Nuestros Ancestros

El Grupo Económico Maldonado tiene un importante antecedente en la vida y obra de Samuel Darío Maldonado. Como médico y funcionario público, orientó su quehacer a mejorar las condiciones sanitarias, educativas y culturales de la sociedad venezolana.

Ejemplo de ello fueron sus audaces iniciativas desplegadas desde la Oficina de Sanidad Nacional, como las numerosas campañas sanitarias realizadas para combatir las enfermedades endémicas que asolaban el país. Es por ello que se le considera “uno de los creadores de la moderna Sanidad Venezolana». Siendo gobernador del territorio Amazonas, trascendió las obligaciones propias de su cargo para realizar estudios profundos de la región y formular propuestas de transformación para mejorar las condiciones humanas de las comunidades indígenas, explotadas por la actividad económica del caucho. También se le reconoce su interés por la naturaleza y la influencia en la actitud conservacionista de su hijo, Iván Darío Maldonado, sus nietos y bisnietos.

Por su parte su hijo Iván Darío Maldonado impulsó desde el Hato El Frío una estrategia de educación ecológica dirigida a los trabajadores, con una serie de medidas drásticas de protección y cuido hacia los animales la cual expandió al resto de las unidades de producción. Es recordado por su equipo de trabajo por la cantidad de horas que dedicaba en escuchar a sus empleados, brindando complementos sociales en salud y educación.

Su esposa, Elsa Blaubach también participó enseñando a leer y escribir, supervisaba el vestido y la alimentación, buscaba la mercancía para suplir las tiendas de los hatos a fin de cubrir las necesidades médicas y alimentarias de los lugareños. También le extraía al personal las gusaneras de las llagas y elaboraba jabón en una vasija enorme. Recuperó el oficio de tejer chinchorros en telares y buscó tejedoras en los pueblos apureños, como Mantecal y el Samán, siendo común encontrar en el corredor de la casa Páez tres o cuatro mujeres elaborando chinchorros. Su hija Milagros Maldonado cuenta: “Eran chinchorros muy bonitos, como arcoiris. Se hacían con retazos de hilos de crochet porque era lo disponible. Cuando no alcanzaban, mi madre los iba completando: una raya azul, una verde, otra amarilla, de acuerdo con el retazo de hilo que quedará. Eran espectaculares porque eran como un Cruz Diez”.

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