Por: Juan Moreno


En julio de 1904 Samuel Darío Maldonado llevó a cabo una excursión al Pico El Toro, una de las cumbres de la Sierra Nevada merideña que tiene una altura cercana a los 4.700 metros sobre el nivel del mar. Este ascenso lo hizo en compañía de varias personas, tal como el mismo lo refiere: “Una pequeña caravana formada por los hermanos Baralt, fotógrafos, Evangelista Rangel, Julio Contreras, Florentino Navarro y el que esto escribe, salieron el 20 de julio muy de mañana, con dirección a la hacienda de Lourdes. Allí indagaron noticias del guía y remontando un tortuoso trecho del cerro dieron con él y siguieron la marcha…”.

En los días posteriores a esta experiencia, Samuel Darío escribió un ensayo titulado “Por las sierras nevadas”, fechado en la ciudad de Mérida el 30 de julio de 1904. Este trabajo, que fue publicado en la revista El Cojo Ilustrado, en dos partes, en los números de septiembre y octubre de 1905, y que también fue editado ese mismo año como libro por la Tipografía Herrera Irigoyen de Caracas, forma parte de un conjunto de textos del doctor Maldonado dedicados a temas antropológicos, entre los que se cuentan Defensa de la Antropología General y de Venezuela, “Sociología antropológica”, “Una excursión por el Caris”, «Por las Sierras Nevadas”, “Por el Amazonas – Informe del gobernador del territorio federal Amazonas”, “Informe sobre el Balatá y su explotación en el Territorio Amazonas” y Tierra Nuestra; obras estas que, según señala el profesor Luis Molina en su libro Samuel Darío Maldonado, precursor de la antropología en Venezuela, “…son parte del proceso de formación de la disciplina antropológica en Venezuela…”.

Samuel Darío Maldonado no se limita en este ensayo a relatar los pormenores de su excursión, sino que en primer lugar hace un recuento de las exploraciones y estudios llevados a cabo en la Sierra Nevada, comenzando por las incursiones iniciales de los conquistadores españoles en el siglo XVI, pasando luego a reseñar una secuencia de expediciones científicas realizadas lo largo del siglo XIX en estas estribaciones de la Cordillera de Los Andes, en las que se hicieron estudios de diversa índole: mineralógicos, botánicos y ornitológicos, entre otros. De igual manera hace referencia a hallazgos paleontológicos y arqueológicos en otros lugares de Venezuela y formula algunas consideraciones sobre los terraplenes prehispánicos existentes en la antigua provincia de Barinas.

Seguidamente Samuel Darío ofrece una detallada descripción de todo el recorrido, de las dificultades afrontadas y superadas por el grupo, de las inclemencias del clima y de lo tortuoso del camino, para al final brindar una emocionada narración de lo que significó para él y sus acompañantes la conquista de la cima del Pico El Toro:

“…En los ásperos tramos de la agreste escalera de rocas, dándonos las manos unas veces, abrazándonos muchas otras a los bordes afilados del pedrusco; gateando a más no poder ascendimos hasta el fin del desfiladero. Perplejos, jadeantes debajo de una enorme piedra que amenaza rodar por aquella abertura abajo y casi sin podernos sostener de pies porque el piso estaba todo embaldosado de cristales de hielo; el guía se escurrió empinándose por la orilla de la mole, dio un salto más y se volvió diciendo ‘ahí está Mérida’… Nieblas que cabalgaban sobre nieblas, cruzaban veloces sobre nuestras cabezas y ráfagas huracánicas que azotaban cruelísimas el rostro, recibieron a los tres intrusos andinistas. Segundos después, cuando nos pudimos dar cuenta de nuestra posición, creíamos asistir a sesiones de cosmorama. Descorrido el telón borroso de neblinas, el lejano ajedrez de las calles, los techos rojos, las paredes y torres blancas de la ciudad de Mérida, aparecieron al fin…
“Permanecíamos en silencio como a menos de media cuadra encima del gran bloque de nieve, que por su forma lo denominaron Toro, antes de los grandes deshielos que lo han disminuido y que lo harán desaparecer según vienen informando desde hace muchos años los emeritenses habitantes…
“Por lo alto de la serranía de los Conejos que se enarcaba en lontananza, divisé una faja azul, era el lago de Maracaibo; por encima de las montañas del Oriente la extensión infinita de los Llanos. El espíritu se despedía con mudo adiós, En mí siempre habla un himno de admiración a lo grande, lo bello y lo extraño y habló el himno y emprendí mi descenso taciturno”.
[AHFM N° 2490: Samuel Darío Maldonado, «Por las Sierras Nevadas”, El Cojo Ilustrado, No. 331, Caracas, 1-10-1905].

AHFM N° 33


 

AHFM N° 2489