LOLA BELLO TORRES
17.09.1888—23.11.1972
por Natalia Díaz
Nació en Valencia dentro de una familia dedicada al ramo de la ganadería y la caña de azúcar. Sus padres: Ricardo H. Bello Tinoco y María de la Luz Torres. Sus hermanos: Manuel, Alfredo, Simón y Enrique. Simón Bello Torres es conocido por haber sido el secretario de quien sería su futuro esposo, Samuel Darío Maldonado, cuando fue gobernador del territorio Federal Amazonas.
Lola Bello fue una mujer valiente que asumió grandes retos. Con 23 años se casó en 1911 con Samuel Darío Maldonado, quien le llevaba 18 años. Su esposo murió joven con tan solo 55 años, quedando viuda con dos hijos: Iván Darío con 13 años y Ricardo con 11 años. Las actuaciones políticas de su primogénito en contra del régimen de Gómez, lo llevaron a estar preso por dos años. Lola tuvo que desempeñar diversas acciones diplomáticas, hasta que logró liberar a su primogénito Iván Darío. Por ello viajó a Alemania con sus dos hijos teniendo que emprender una nueva vida en Europa.
Doña Lola adoptó a su sobrina-hija, Luz Bello de Paul, con quien frecuentaba hasta sus últimos días. Después de la muerte de su esposo, le fue fiel toda su vida. Tenía una fotografía en su mesita de noche la cual besaba antes de irse a dormir. Lola Bello es recordada por su buena ortografía, usar un perfume de rosas (Shalimar de Guerlain), arreglarse con esmero, era coqueta. Solía ponerse medias de nylon transparentes con zapato de taconcito, pues era pequeña de estatura. Acostumbraba usar un pañuelo al cuello o cinta de terciopelo negro. Un peinado al estilo del siglo XIX, que de acuerdo a su nieta Milagros: “nunca cambió y que le diseñaron en Paris. Recuerdo que una vez me contó, que fue a una carrera de caballos en Boi de Bologne, y fue tanta gente al palco para verla que colapsó el andamio que lo sostenía».
Lola Bello de Maldonado fue una mujer que gustaba de la independencia. Tenía carro y chofer. Muchas veces se iba sola a Caracas a visitar a su nieto Marcos.
Todos sus nietos la recuerdan con mucho cariño, a quienes solía comprarle regalitos en cada uno de sus viajes. A Lola le tocó vivir la pandemia de la “gripa española” de la década de los 50, la cual mencionaba frecuentemente en sus cartas. Lola tenia espíritu aventurero, experimentada en viajar por Europa y durante esas estadías agrupaba a los familiares cercanos, buscando siempre elevar el amor por la familia. En Venezuela era frecuente el tiempo que dedicaba a visitar a sus primas Bello.
Al final de sus vidas usaba bastón, vestidos largos blancos y rezaba el Rosario en la mañana y en la tarde. Su nieta Milagros refiere: “Tenía una deformación congénita en la columna, posiblemente la escoliosis que hemos heredado algunos de sus descendientes, por lo cual tenía que usar una faja con varillas de hierros y dragón para el dolor de nervios”.
Solía estar presente en los té benéficos para apoyar las causas en pro de los más necesitados. También era asidua de los conciertos de música, demostrando en sus correspondencias un gran conocimiento.
Gracias a Antonieta Aponte, quien compartió con ella durante más de diez años, podemos recordar sus prácticas gastronómicas: Rosbif, Polenta, Pollo al vino, Tortillas de sesos. Y de postre, solía hacer gelatina con lámina, Arroz con coco y arroz con leche. Su nieta Milagros recuerda en especial: “Sus plátanos horneados y sus sopas de apio con cilantro, eran óptimas, gran tino con los condimentos”. También recuerda: “No le gustaba que cogiéramos sol y nos pusiéramos morenos. Visitaba con ella las hijas de sus hermanos y las primas Bello me encantaban. Fue muy unida de tío Manuel Bello y algunas veces cundía la melancolía y lloraba: No le gustaba estar vieja, y yo le decía, no estás vieja abuelita, aquí en las mejillas no tienes ni una arruga”.
La Sra. Lola también tenía gran afición por la música. En una carta a su nuera Elsa Blaubach de Maldonado le cuenta (Milán, 2 de junio de 1952):
“En días pasados fui con Ricardo y Margot a un concierto maravilloso en la Escala de la gran soprano alemana Kirsten Flagstad, única hoy, y que se retira después de muchos triunfos en el mundo; es una mujer como de 55 años, todavía bella y con su maravillosa voz de oro flamante y cristalina. Todo lo que cantó fueron canciones bellísimas y con ese sentimiento único sobre todo las de su patria. El público que era inmenso estuvo delirante y aplaudió con gran entusiasmo. El programa fue de Schubert (Viena 1797). Edvard H Grieg (Bergen 1847), Wagner (Lipia 1813 – Venezia 1883) Strauss (Munich 1864). Este fue su concierto de despedida. En Nueva York también cantó por ultima vez y dice la prensa que fue una apoteosis la despedida que le dieron. Yo todo el tiempo pensé en ustedes. ¡Qué momentos!”.
(Doc. 4116 Archivo histórico familia Maldonado).
En otra carta dirigida a su hijo Iván Darío, el 28 de septiembre de 1953, le escribe:
“Ya mis adorados muchachitos en plenas tareas escolares que belleza! Dios me los guarde e ilumine, pero no hay que apurarlos mucho yo recuerdo que tu papa siempre me decía cuando le pedía que me ayudara para que tu estudiaras con fundamento: déjalo Lolilla, él va bien a su edad, no hay que apurarlos mucho, creo que es contraproducente».
(Doc. 4126 Archivo histórico familia Maldonado).
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