Por: Natalia Díaz

Ayer 28 de julio tuvimos una experiencia magnífica y en una fecha que marca la vida para muchos de nosotros, a un mes de la partida física de nuestro maestro Álvaro Darío Maldonado. En Caracas amaneció despejado, y la carretera hacia Valencia estaba incandescente por el verdor de las montañas y con un cielo azul muy limpio. A medida que fuimos llegando a Carabobo las nubes grises predominaban, pero la alegría de los estudiantes y trabajadores de la escuela de música es poderosa, sin darte cuenta te vuelves un color cálido y todo comienza a vibrar.

Yusbelis estaba en la cocina desgranando maíz, Jorge Luis Herrera pintando las rejas de la casona, Juan Aguirre limpiando los jardines al mismo tiempo que cantaba tonadas. Sol Rivero dirige y supervisa que todo lo planificado se cumpla a la perfección. Los estudiantes cuando entran a la escuela y transitan por la casona van diciendo a todos los presentes: ¡buenos días!, convirtiendo el ambiente en un canto eterno de bienvenida.

El primer milagro del día sucedió cuando estando todos en un círculo, comenzamos a desempacar las cajas con la donación de los 16 instrumentos musicales: ¡nuevos, nuevecitos! Dharla explicó que eran producto de una donación que consiguió Cinthya Rivera, controller de GEM. Cada vez que se abría una caja, los estudiantes gritaban de alegría y también se escuchaba: ¡yo lo quiero!

Es la emoción del querer hacer, del construir y la pasión por ser mejor. También vinieron las palabras de agradecimiento de los niños.

Al rato Rubén Rivas, el director de la escuela me invitó junto con Dharla a ser jurado de la evaluación anual de los estudiantes. En un salón de clase, y con el verde de los potreros que van colándose por las ventanas, comenzamos a escuchar de forma individual a Francis Zapata en la bandola, a Alfred en la guitarra, a Rosys, Franklin y Santiago en su evaluación de violín o Rosangy en la guitarra. Más allá de la calidad en su ejecución, y percibir la exigencia del estudio musical, a todos los une la seguridad y concentración que poseen con su instrumento. Muy relevante es que todo ellos ejecutan su instrumento leyendo partitura. Tocan Bach pero también el Alma llanera.

Una llamada de Jesús, nos hizo trasladarnos al auditorio para supervisar la instalación de los equipos para la proyección del documental «Samuel Darío Maldonado, un río por explorar». La pantalla llegaba hasta el techo. Era justo lo que Dharla y yo queríamos: generar una experiencia cinematográfica para la escuela y la comunidad. Los niños se acercaban y murmuraban por las rendijas de las ventanas, ante el asombro de ver transformada su auditorio en una sala de cine.

En paralelo, generamos una reunión con la gran Sol, Antonieta y Mirla Castillo. Dentro de la planificación de la escuela, quieren dedicar una semana en septiembre para Lola Bello, a propósito de su fecha de nacimiento. Allí estuvimos reflexionando de su vida, su trayectoria, y generando las primeras ideas para este próximo evento que ya promete ser otro éxito.

Seguimos a un almuerzo venezolano: Pabellón, cachapas, ensalada de aguacate, jugo de parchita y conserva de coco sobre hoja de malabar. Atendidas con muchísimo amor por las madres de la comunidad y con vajillas hermosas productos de varias donaciones. Allí almorzamos con Dharla, su esposo Carlos y su hija Arantxa. También Fabiola, Rubén, Jesús, Víctor y el Sr. Borges. Cuando sirvieron el détox para la digestión, se incorporó Carlos Ramos, quemadito por el sol, por su día a día cuidando las sábanas y los animales del hato.

Llegó el Padre y todos nos trasladamos al auditorio. Había una mesa con dos velas blancas prendidas y los músicos Jesús en la guitarra, Víctor en la percusión, Suenny en la voz, y así comenzó una misa de palabra en honor al gran maestro Álvaro Darío Maldonado. El padre a veces se confundía y nombraba a Samuel Darío, pero seguramente fue una tremendura del propio Álvaro, quien era una fusión con su abuelo.

Y llegó la hora de transmitir el documental “Samuel Darío Maldonado, un río por explorar”, otro logro de Álvaro Maldonado, quién fue el estratega y promotor de su realización. Dharla Maldonado generó la introducción haciendo énfasis que es un producto de la gobernanza y organización familiar. Yo seguí con algunos referentes biográficos de SDM y los créditos del equipo de trabajo. Comenzó el cine y el auditorio estaba full. Las sillas no alcanzaron, había gente de pie y muchos sentados en el suelo. Al culminar la gran Sol tomó la palabra para agradecer el regalo e invitó a los presentes a recibir sus comentarios. Comenzó Mirla Castillo maestra de la escuela y quien admira al Dr. Maldonado “por su espíritu de servir a los demás y todos los aportes que logro para el crecimiento de Venezuela”. Un miembro de la comunidad agradeció por la información y también a la familia Maldonado, “porque pudieron haber decidido mantener su historia en privado, pero deciden compartirla para que todos aprendamos de nuestra historia”. El señor Juan López expresó que estaba impactado por todo lo que hizo el Doctor Maldonado: con tan solo 55 años, yo pienso que fue un ángel que vino a la tierra.

Participaron otros maestros e integrantes de la comunidad. Todos agradecían a la familia Maldonado y reiteraban que era una bendición del cielo. Y sorpresivamente se armó una interpretación musical con arpa, cuatro y maracas. Un quinteto conformado espontáneamente por Julio Igarza, cantante de música llanera de la comunidad de El rincón, junto con profesores y los estudiantes de percusión en las maracas.

El regreso a Caracas estuvo lleno de euforia. Álvaro Maldonado tuvo una gran cosecha: educación, comunidad, familia y en su querido hato Barrera.